La Princesita es uno de mis libros favoritos, tanto por su trama tan cruda como esperanzadora. Y sí, es la novela en la que se basó la película homónima de 1996 protagonizada por Liesel Mathews, una joya cinematográfica de las adaptaciones literarias. Es por eso que te comparto por qué me encantó y tres aprendizajes que nos deja la historia.

¿De qué va la novela?
Sara Crewe es una niña que vive en la India con su padre. Él es un militar millonario, por lo que la lleva al internado más prestigioso de Londres cuando cumple siete. Sara pasa los siguientes cuatro años educándose, ganándose la simpatía y envidia de algunas compañeras por su inteligencia, dulzura, madurez y amabilidad. Sin embargo, todo cambia en su décimo primer cumpleaños, cuando le informan que su padre ha muerto y la familia perdió la riqueza. Es por eso que la señorita Minchin, la agria directora del internado, la acoge como criada para no ser mal vista echándola a la calle. Ahora, de ser la alumna más pudiente del internado, Sara es una esclava que duerme en la buhardilla, pasando frío, hambre y humillaciones por parte de los adultos y las niñas que la resienten.

«Tal vez yo tenga un carácter espantoso y odioso, pero nunca he tenido la oportunidad de demostrarlo, porque nunca he pasado contrariedades» dijo Sara.
Es una historia cálida, cruda, esperanzadora y desesperanzadora por igual, pero tan hermosa como su adaptación cinematográfica. Nos reconecta con el miedo a la carencia, la resiliencia y creen en la posibilidad de que todo va a mejorar.
Aprendizajes
1. La bondad, la empatía y la paciencia son para todos
A pesar de que Sara es sumamente inteligente, madura y de buena cuna, está rodeada de personas que son muy diferentes a ella: algunas, muy torpes, otras, muy soberbias, quejumbrosas y pobres, como la criada. Sin embargo, trata a todos con amabilidad, respeto y cariño, porque sabe que el valor de las personas no está relacionado con lo que tienen, lo que saben o lo que hacen. Hace sentir validados a los demás.

«Sara Crewe tiene algo especial —reconoció un día Jessie sinceramente a su amiga íntima—, nunca se hace sentir superior».
2. La educación sobrepasa el mal genio de otros
Cuando Sara sufre maltrato, acoso y humillaciones de los adultos, se mantiene firme, sin cambiar su esencia o rebajarse a su nivel. Está consciente de que no es responsable de cómo reaccionan los demás; tampoco puede controlar lo que dicen o hacen, pero sí puede controlarse a sí misma.

«Si no te enojas, entonces piensan que eres más fuerte que ellos, ya que puedes dominar tu enojo y ellos no. Entonces dicen cosas estúpidas de las que después se arrepienten».
3. No hace falta tener bastante para ayudar a otros
Sara hace los mandados de la cocinera durante el invierno, pasando frío y hambre. En una ocasión encuentra unos peniques tirados a la calle, con los que compra cuatro bollos, dándose cuenta de que afuera hay una niña en una situación peor que la de ella, quien ni siquiera tiene zapatos. Sara se conmueve y le da todos los panes. La dueña del local ve aquel gesto de compasión y desde ese instante decide darle de comer a la pequeña mendiga que alimentó Sara.
La niña no cree que: «Solo los que tienen más son los únicos que pueden y deben ayudar a otros». Simplemente ayuda con lo que tiene a la mano».
«Si fuera una princesa... —pensaba Sara—. Las princesas comparten con las que sufren más que ellas... siempre comparten. Puede ser que los buñuelos cuesten un penique cada uno. Entonces podría comprar cuatro; no será suficiente para las dos; pero de todos modos será mejor que nada».
Espero estas lecciones cambien tu forma de ver la vida, tal como me pasó a mí, ya que comprendí que una vida dura y hostil no es una excusa ni una razón para comportarnos como monstruos.
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