En esta tercera parte de lo que aprendí de El poder de ser vulnerable te comparto un truco para desarrollar la autocompasión, un aspecto crucial si queremos vivir con vulnerabilidad y obtener los mayores beneficios de la vida.
Autocompasión: Compasión hacia uno mismo.
Compasión: Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien.
Pero, ¿en qué situaciones deberíamos ser compasivos con nosotros mismos?
Cuando cometemos un error.
Cuando le fallamos a alguien más.
Cuando nos decepcionamos a nosotros mismos.
Algunos ejemplos de cómo actuamos cuando no practicamos la autocompasión:
Derramaste vino tinto en tu camisa blanca. Dices cosas como: «¡Soy un imbécil! ¡Qué estúpido!».
Faltaste al cumpleaños de tu mejor amiga porque olvidaste anotarlo en tu agenda. Te acuses con: «¡Soy un amigo de lo peor! ¡Soy una mala persona! ¡Qué amigo más idiota soy por olvidarme algo tan importante!».
Fracasaste en un proyecto o reprobaste un examen. Dices: «¡Soy un fracasado que todo lo hace mal siempre! ¡Es típico de mí arruinarlo todo!»
Esas son actitudes que reflejan falta de autocompasión, que nos dañan, afectan la manera en que nos percibimos y nos convierten en esclavos del perfeccionismo, porque nos hacen creer que debemos ser intachables en todo momento, como si no pudiéramos ser humanos.
Truco para desarrollarla
Ante este tipo de situaciones que nos molesten, hagan sentir mal, desilusionen o frustren por acciones propias, lo ideal es preguntarnos cómo actuaríamos o qué le diríamos a una persona que admiramos mucho si estuviera en nuestros zapatos. Por ejemplo...
Yo estimo mucho al autor Pedro Mañas. Sé que si él llegara a derramar vino tinto en mi camisa blanca, no le diría cosas como: «¡Eres un imbécil!». Todo lo contrario, comprendo que los accidentes existen y son parte de nuestra humanidad, su humanidad.
Si en otra ocasión él hiriera a alguien más y se denigrara, le diría que puede pedirle perdón a la persona, perdonarse a sí mismo; no siempre podemos ser perfectos en las relaciones, cada una es un aprendizaje. O... si una de sus novelas tuviera pocas ventas y él dijera que es un mal autor por esa razón, le recordaría que su talento no está a discusión, que un fracaso editorial no tiene por qué definirlo ni validarlo; que un fracaso en ventas es parte de la vida de los escritores. En otras palabras, le brindaría mi comprensión y compasión en cada uno de los casos, recordándole que ni la vida ni uno mismo es perfecto.
Pues así como lo haría con él, nos corresponde hacerlo con nosotros mismos, recordando que todos los humanos somos dignos de perdón, que errar es algo que seguiremos haciendo por la naturaleza de nuestra humanidad imperfecta, pero que no nos quita valor. Ser tan duros con nosotros mismos por algo tan común como cometer errores es insensato.
Así que, desde ahora, ya sabes qué hacer cuando te cueste perdonarte por un error.
Esta es una de las cosas que más me ha costado, me suele suceder quizás porque soy perfeccionista y puedo perdonar errores de otros pero no míos. Muchas gracias por compartir esta capítulo, seguiré trabajando en ello. Bendiciones mijo.