En enero de este año, mi amiga Silvana se casó. Para la boda me pidió que escribiera el itinerario como un cuento de hadas, que se leyó en tiempo presente a lo largo del evento. Por eso, te comparto un poco de lo que ocurrió ese día en el que ella y su esposo Jorge dieron inicio a su felices por siempre. (Aunque lo pasé a tiempo pasado para este artículo. Que lo disfrutes)
El felices por siempre de Silvana y Jorge
Había un vez una princesa de piel morena, elegante sonrisa y cabello azabache, excepto que a diferencia de otros cuentos, no vivía encerrada en una torre, ni con su madrastra, ni se fugó al bosque para refugiarse con enanitos, mucho menos hizo un trato con la Bruja del Mar. La princesa de nuestro cuento estudiaba inglés cuando conoció a su príncipe. Ella lo vio desde lejos, aunque para su desgracia, él andaba con su novia.
Con el pasar de los días, grande fue la sorpresa para la princesa al descubrir que no era la novia del príncipe, sino su gemela. Eso hizo que surgiera una amistad entre ambos por medio de messenger, una red social que solo queda en la memoria.
A través de mensajes, el apuesto príncipe invitó a salir a la princesa. Pero ella, quien no contaba con un dragón que la protegiera para que el príncipe luchara por su amor, usó el rechazo para que se esforzara más. Ingeniosa, a mi parecer. El príncipe no se rindió. Invitó a la princesa a salir usando el truco de la cita grupal de amigos, esa cita que supuestamente no es una cita. Eso causó más encuentros entre ellos, hasta que finalmente salieron solos y se dieron la mano. Ahí el príncipe le preguntó si deseaba ser su novia, a lo que ella respondió con un sí. Cerraron la velada con un beso.
Doce años después de recolectar momentos juntos y estar seguros de que eran el uno para el otro, decidieron casarse en un lugar cálido en el que la princesa solía vacacionar con su familia: Xetulul. Ahí asistieron todos sus seres amados, quienes se pusieron de pie cuando entró el cortejo nupcial. Las damas pasaron y, al final, llegó la novia en su carroza y su corcel, radiante. Ella caminó hacia el altar de la mano de su padre, el rey, quien la entregó al príncipe con un abrazo cálido.
En los cuentos, quienes unen en matrimonio a príncipes y princesas son los reyes o hados poderosos que usan varitas y espadas mágicas para cerrar tratos de amor. Sin embargo, en el cuento de aquella noche, lo hizo el amigo del príncipe, un abogado aclamado del reino.
La princesa Silvana y el príncipe Jorge unieron sus vidas con un sí, prometiendo amarse, respetarse, y estar el uno para el otro en las buenas y en las malas. Su relación estaba fundamentada en el amor que se profesaban el uno por el otro y en el amor que tenían por Narrador, quien unió sus destinos en la historia que habían escrito juntos hasta ese momento.
A veces, en las bodas, una princesa recibe sabiduría de hadas, duendes o árboles parlantes que envían cartas. Sin embargo, esa noche, la princesa tuvo la fortuna de que su madre le compartiera unas palabras llenas de buen consejo para ayudarla a mantener su vida en el camino que Narrador tenía para ella.
Y así, aunque el cuento no acababa, la princesa Silvana y el príncipe Jorge se convirtieron en esposos. Ese fue el inicio de un nuevo felices por siempre para ellos y para quienes tenían la bendición de conocerlos.
Para celebrar con sus invitados, fueron a jugar a la feria del reino... cuales adultos con corazón de niño. ¡Se divirtieron mucho! (Acabó siendo de las fiestas más felices que se vivieron en aquellas tierras.)
Los nuevos esposos estaban tan alegres que, al terminar los juegos, condujeron a todos al salón real para degustar un festín. Ahí celebraron con un brindis, chocando sus copas y dedicándoles una sonrisa a quienes los acompañaban; ambos compartieron algunas palabras de gratitud por pasar la noche junto a ellos.
Y bueno, ¿cómo olvidar cuando la Bella Durmiente y su amado príncipe bailaron al final del cuento, seguramente después del festín? ¿O la icónica balada de Fábula Ancestral entre Bella y Bestia? Y ni hablar de todos aquellos bailes en que dos enamorados demuestran un poco de la magia que son capaces de crear cuando están unidos. Pues esa noche, los protagonistas de nuestra historia, Silvana y Jorge, nos deleitaron con un baile que quedó guardado en nuestros corazones. Los invitados los miraron embelesados.
Recordemos que una princesa no puede portar el título sin tener un rey y una reina como padres; son quienes la guían desde niña, la educan, le enseñan lo que está bien y lo que está mal, quienes la convierten en una princesa o en una guerrera. En el caso de Silvana, la convirtieron en las dos. Es por eso que el Rey de nuestro cuento bailó con ella, su pequeña guerrera, quien siempre fue, ha sido y será su adorada princesa.
Por otro lado, para una reina, su hijo es su regalo más preciado sin importar cuántos años tenga ni cuantas hazañas logre él por su cuenta. Por esa razón, la madre del príncipe Jorge bailó con él para memorar todos los años que vivió con ella en el palacio y los momentos que acumularon juntos. Con ese pequeño instante de vida, también inauguraron los momentos que continuarán creando, incluso cuando ahora él tuviera su propio reino en compañía de su princesa.
Al concluir los bailes, los enamorados partieron el pastel entre risas y aplausos. Su boda sería recordada por los siglos, porque estuvo repleta del amor de quienes estaban a su lado y de quien escribía su historia… el mejor Narrador de todos: Dios.
La fiesta terminó entre sonrisas, gozo y recuerdos que permanecerán en nuestra memoria. Así fue como la princesa Silvana y el príncipe Jorge dieron por concluido el inicio de su vivieron felices por siempre.
Fin
Andrés Beltanien
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