Este fue el resultado de uno de los primeros ejercicios que mi profesora nos pidió hacer en el Diplomado en Escritura Profesional que cursé el año pasado. El objetivo era crear un instructivo para una cotidianidad, tal como lo hizo Julio Cortázar en cuanto al uso de las escaleras.
Instrucciones para arropar un bebé
Coloque al bebé en un sitio seguro, donde no pueda rodar ni cometer algún otro movimiento que ponga en peligro su existencia, ya que no queremos un accidente que lo haga sentir culpable a usted, además de otorgarle el título de «El peor padre/madre/tío/abuelo/niñera del mundo». Cuando el bebé esté a salvo viendo a la nada, extienda una cobija a su lado en sentido diagonal, con el que el retazo de tela se convierta en un rombo sin pliegues.
Tome a la criatura entre sus brazos, colóquela al centro de la cobija con la delicadeza que se tiene cuando se introduce una papa en aceite hirviendo. Luego lleve los extremos de la cobija hacia la cintura del bebé, por debajo de sus axilas. Le sugiero imitar a los empleados de Taco Bell cuando envuelven los vegetales, la carne y la crema en una tortilla de harina al preparar un burrito, haciendo que todo quede contenido. En otras palabras, la criatura debe terminar protegida como si fuera el relleno de una empanada; abrazado por el calor de la tela y la intención de mantenerlo con vida. Su rostro tiene que quedar libre, aclaro, para que su mirada se cruce con la suya… y sobre todo, para que respire.
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