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«La cena de señorita Missi»: Cuento para peques

Actualizado: 7 ene

En el interior de un abeto, vivía una viuda negra muy solitaria llamada señorita Missi. A ella le gustaba cocinar las recetas que había aprendido de sus difuntos esposos, que en paz descansen. Y de tanto que se casaba, enviudaba y criaba arañitas que después buscaban su propio rumbo, apenas tenía tiempo de hacer amigos. Por eso, en los tiempos en los que vivía sola, la tristeza la envolvía como si se tratara de las telarañas propias con las que capturaba a sus presas. Señorita Missi debía hacer algo si quería compañía nueva.


Un árbol
Imagen de @holosomnia

Una mañana se le ocurrió invitar a cenar a las demás arañas del bosque para hacer amigos; ellas aceptaron gustosas la invitación, incluso se ofrecieron a llevar mariposas para el postre. Muy emocionada, señorita Missi se puso manos a la obra para recibirlas: adornó la mesa, perfumó la casa, la barrió y trapeó al mismo tiempo, con una escoba sostenida entre las dos patas delanteras, el trapeador entre las otras dos de los costados, el desinfectante en una y el plumero en la otra. Cuando acabó, se dirigió al exterior del tronco, tejió una telaraña entre dos ramas del abeto y esbozó una sonrisa con los colmillos. Era momento de capturar insectos frescos para su guiso especial. En lo que esperaba a que alguno se enredara, regresó dentro del tronco a preparar el caldo donde los cocinaría.


Pasaron dos horas, tres horas, y pronto dio la media noche. Sin tener noticias de sus invitadas y resignada a que no aparecerían, señorita Missi salió a las ramas del árbol con el corazón apesadumbrado. Estaba perdida en sus pensamientos, cuando escuchó algunos gritos de auxilio. Al alzar la mirada vio en su telaraña a cinco insectos atrapados: una mosca, una libélula, una mariposa, una polilla y un ciempiés. Era demasiada comida para ella, eso era seguro, y para colmo, ya ni tenía hambre. Tan solo anhelaba contar con amigos que al menos no la dejaran plantada. Pero... ¿Y si…? Señorita Missi frotó las cuatro patitas del frente, sonriente.


Un bosque al anochecer
Imagen de @gymly_art

Media hora más tarde, se encontró disfrutando una agradable cena en el interior del tronco. En la mesa estaba servido el caldo en seis cuencos diminutos de hojas secas. Los insectos que atrapó en la telaraña ahora se hallaban a su lado sentados en sillas de ramas, agradecidos por la repentina invitación que les hizo. El señor Polilla y la señora Mosca estaban más que felices con el guiso, engulléndolo con ansias mientras escuchaban las historias de señorita Missi. El ciempiés y la mariposa halagaron su hogar acogedor. Y ni hablar de don Libélula, quien repitió vino de corteza de árbol tres veces… ¡Dijo tantas cosas!



Señorita Missi y sus nuevos amigos compartieron toda la madrugada, charlaron a profundidad y soltaron risotadas que despertaron a doña Ardilla, la otra inquilina del árbol. Fue una velada de ensueño.


Señorita Missi aprendió que las amistades venían de lo inesperado, de lo diferente, lo azaroso de la vida, quienes jamás imaginas. Eso es lo que convierte a las amistades en un regalo del destino.


@andresbeltanien

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