En el mes de noviembre, el autor Pedro Mañas compartió en redes sociales que su serie literaria más emblemática en conjunto con el ilustrador David Sierra, Anna Kadabra, alcanzó el millón de copias vendidas alrededor del mundo. Esto podría parecer un hecho más del mundo de los libros, pero considerando que se logró en tan solo tres años transformándose en un pilar de la literatura infantil, es de aplaudir y analizar.
Sabemos que ya existen cientos de libros protagonizados por brujas, ilustrados de maneras hermosas que incluso cuentan con adaptaciones cinematográficas. Así que… ¿Por qué la historia de esta pequeña bruja marcó tanto la diferencia?
¿Qué hace tan especial a Anna Kadabra?
1. Es un arquetipo clásico
Tal como lo dice su autor «Los arquetipos clásicos atraen mucho a los lectores, pero les gusta que se subviertan», y eso es lo que logra esta serie dándole un nuevo enfoque completamente diferente al tropo de las brujas.
«La vida de Anna Green da un giro inesperado cuando sus padres deciden abandonar la ciudad y trasladarse al anticuado pueblo de Moonville. Pronto descubrirá, sin embargo, que es ella la verdadera razón de la mudanza. Una pequeña mascota mágica la ha seleccionado para formar parte de una patrulla de brujos que defiende el pueblo y a sus criaturas. Lo único que tiene para empezar a trabajar es una varita, un diario de hechizos en blanco y un nombre en clave». [Texto extraído de pedromanas.com]
2. El giro
Mientras que en las novelas infantiles las brujas son las villanas de la historia o son estudiantes de un colegio de magia en el que deben enfrentarse a un ser malvado [guiño, guiño], aquí nos presentan a una brujita buena de alrededor de ocho años que debe aprender a controlar su magia. No hay un villano todopoderoso como tal, tampoco una escuela de magia, sino un club con cuatro brujos de su misma edad con otros tipos de poder, quienes son enseñados por una profesora encantadora. No obstante, lo que más destaca es que las aventuras de Anna van alrededor de los problemas que puede tener un niño, como organizar una fiesta u ocultar un animalito [mágico]. De hecho, cada volumen puede leerse de manera independiente.
3. Humor dulce
¿Recuerdas el humor de Roald Dahl, autor de Matilda? Ese que disfrutas por lo cínico, ácido y obscuro. ¿Lo recordaste? Pues el de Anna Kadabra es todo lo contrario: es dulce, encantador e inocente, tanto que reconectas con tu parte más noble. Hasta el lector más amargado es capaz de soltar risitas con las situaciones y los diálogos de la historia. Se siente como un abrazo relatado.
4. Lecciones no moralizantes
Cada volumen expone un tema de importancia sin que se sienta aleccionador o forzado, una de las características más fuertes del estilo de Pedro Mañas. Él es capaz de hablar de lo que debe ser hablado sin que se sienta artificial. Por ejemplo, en el volumen tres hace conciencia sobre la protección de las especies y su hábitat con la historia de un monstruo marino: el lector recapacita sin que la aventura sea interrumpida o didáctica. En otras palabras, aprendes a ser un mejor tú sin pretenderlo.
5. Ilustraciones
David Sierra merece su propio artículo por cómo ha ilustrado esta serie: el diseño de los personajes, los colores y las escenas complementan el humor de la historia con una forma encantadora, dinámica, casi peliculera. Además, la paleta de colores es de lo más estimulante, tanto que, en lo personal, me recuerdan al arte de Mary Blair, la diseñadora de Un mundo pequeño de Disney.
Por lo tanto, el éxito de Anna Kadabra no se debe a la suerte o a la ola literaria de historias de mundos mágicos, sino a miles de lectores que encontraron una niña diferente, como ellos, quien les ha enseñado sobre la vida de una forma divertida y fantástica, a la que pueden sentir como una amiga.
Felicitaciones, Anna (y Pedro y David)
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