3 Lecciones de «La Princesita», de Frances Hodgson Burnett
La Princesita, de Frances Hodgson Burnett, es uno de mis libros favoritos debido a su trama cruda y esperanzadora, además de que es una novela infantil que se publicó a principios del siglo XX, lo que la convierte en un clásico. Es por eso que te comparto tres aprendizajes que nos deja la historia.
¿De qué trata La Princesita?
Sara Crewe es una niña educada que vive en la India con su padre, un militar de alcurnia que la lleva al internado más prestigioso de Londres cuando ella cumple siete. Sara pasa los siguientes cuatro años cultivándose, ganándose la simpatía y envidia de algunas compañeras por su inteligencia, dulzura, madurez y amabilidad. Sin embargo, todo cambia para ella en su décimo primer cumpleaños, cuando le informan que su padre murió y su familia se quedó pobre.
Por todo eso, la señorita Minchin, la agria directora del internado, la acoge como criada para no ser mal vista si la echa a la calle. Ahora, de ser la alumna más pudiente del internado, Sara es una esclava que duerme en la buhardilla pasando frío, hambre y humillaciones por parte de los adultos y las niñas que la resintieron por tanto tiempo.
Sara en su clase (imagen de la adaptación cinematográfica de 1996)
«Tal vez yo tenga un carácter espantoso y odioso, pero nunca he tenido la oportunidad de demostrarlo, porque nunca he pasado contrariedades» dijo Sara.
Es una historia cálida, fuerte, desgarradora y esperanzadora, pero tan hermosa como la película que le dio vida. Te conecta con el miedo a la carencia, te recuerda el desarrollo de la resiliencia y el creer en la posibilidad de que todo mejorará.
Aprendizajes de La Princesita
1. La bondad, la empatía y la paciencia no se le niegan a nadie
Sara es sumamente inteligente, madura, de buena cuna, y está rodeada de personas que son diferentes a ella: algunas, muy torpes, otras, muy soberbias, quejumbrosas y pobres (como la criada). No obstante, Sara trata a todos con amabilidad, respeto y cariño porque sabe que el valor de las personas no está relacionado con lo que tienen, lo que saben o lo que hacen. Hace sentir valiosos a los demás en cada oportunidad que se le presenta mostrándoles bondad, empatía y paciencia.
«Sara Crewe tiene algo especial —reconoció un día Jessie sinceramente a su amiga íntima—, nunca se hace sentir superior».
2. La educación le gana al mal genio de otros
Cuando Sara sufre maltrato, acoso y humillaciones de los adultos, se mantiene firme, sin cambiar su esencia o rebajarse a su nivel. Es consciente de que no es responsable de cómo reaccionan los demás ni de lo que dicen o hacen, pero sí puede controlarse a sí misma, y es experta en eso.
«Si no te enojas, entonces piensan que eres más fuerte que ellos, ya que puedes dominar tu enojo y ellos no. Entonces dicen cosas estúpidas de las que después se arrepienten».
La señorita Minchin (imagen de la película).
3. No hace falta tener mucho para ayudar a otros
Sara le hace los mandados a la cocinera durante el invierno, aguantando frío y hambre. En una ocasión, encuentra unos peniques tirados a la calle, con los que compra cuatro bollos. En ese instante se da cuenta de que afuera hay una niña en una situación peor que la de ella, quien ni siquiera tiene zapatos. Sara se conmueve y le da todos los panes esperando ayudarla. La dueña del local ve aquel gesto de compasión y desde ese instante decide darle de comer a la pequeña mendiga a la que Sara alimentó.
Sara no cree que solo los que tienen más son los únicos que pueden y deben ayudar a otros. Ella simplemente ayuda con lo que tiene a la mano.
«Si fuera una princesa... —pensaba Sara—. Las princesas comparten con las que sufren más que ellas... siempre comparten. Puede ser que los buñuelos cuesten un penique cada uno. Entonces podría comprar cuatro; no será suficiente para las dos; pero de todos modos será mejor que nada».
Aparte de estas tres lecciones, la novela te comparte muchas más que te dan una nueva perspectiva sobre la vida, aunque no por eso es una historia moralizante o instrumental.
En lo personal, comprendí que una vida dura y hostil no es una excusa ni una razón para comportarnos como monstruos. Sara es el ejemplo de ello.
Yo te recomiendo que la leas, pues se ha convertido en una novela crossover (para todo público).