«La princesa y el rey pez»: Una novela infantil cuestionable
Creo en que la literatura infantil puede abordar cualquier tema o situación a través de todo tipo de historia, ya sea que aborden sentimientos, emociones, hechos duros o problemas sociales. Y, al estar dirigida a un público cuya identidad está en construcción, debe hacerse de una manera sumamente cuidadosa. Por eso me parece increíble que La princesa y el rey pez, de Jordi Sierra I. Fabra, relate una historia de fantasía con hechos tan cuestionables como si fueran de lo más normales y permisibles. Aquí te cuento más.
¿De qué trata La princesa y el rey pez? (Con espóilers)
El rey pez pasea por los océanos para disfrutar de su reino. Uno de esos días, se enamora de una niña a la que ve en la costa, y es tanto su deseo por ella que la rapta. Es así que la lleva a vivir con él a las profundidades del océano para convertirla en su reina.
Transcurren varios años en los que la niña se hace mujer. Sin embargo vive muy triste y con sentimientos de soledad porque extraña a su familia. Ella no pertenece ahí.
Un día, ella se arma de valor y, aprovechando que su esposo pez no está cerca, escapa del océano, con lo que por fin regresa con su familia, a quien les oculta la verdad sobre su desaparición.
Con el pasar de las semanas, el rey pez se asoma a la costa con la esperanza de recuperarla, lo que provoca que los humanos lo capturen. La joven va a su encuentro para hablar con él, con lo que el pez le revela que no puede vivir sin ella: la ama demasiado. Al escuchar aquello, la joven se da cuenta de que también lo ama, así que lo libera en el mar y acuerdan visitarse todas las noches en la costa para no renunciar a sus hogares.
La historia concluye con que ella jamás se casó porque su verdadero amor siempre fue el pez… «y nunca hubo un amor más puro que ese».
(Sí, yo también puse la cara que pone Kuzco en Las locuras del emperador cuando Pacha se come la cochinilla en el restaurante.)
Sin comentarios… o tal vez sí
No me considero un lector mojigato, pero esta novela en especial me causó incomodidad por plantear que un humano y un animal (pederasta, por cierto) pueden enamorarse por medio de un secuestro infantil. Yo no la recomendaría a pequeños lectores allegados a mí. Resultó ser una historia zoofílica e indignante.
Dejando esos aspectos a un lado, la novela puede leerse sabiendo que es políticamente incorrecta, además de que la prosa de Jordi le da ese toque mágico que a ratos te hace sentir abrazado y que luego rechazas porque… ¿qué diablos pasó aquí?
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