5 frases de «No crezcas nunca», de Roald Dahl

El mundo se hace cada vez más hostil, amargado y triste. Y no es por las circunstancias que vivimos, pues siempre ha habido guerras, hambrunas, desigualdades e injusticias, sino que es debido a que promovemos una cultura de madurez temprana en la que se premia a los niños que se comportan como adolescentes y a los adultos que truncan los planes de los niños. ¡Oh, vaya, cuánta madurez! ¡Aplaudamos! (Pongo los ojos en blanco.).

Pues en una era como esta, donde todo sigue encaminado a ese rumbo triste, el primer álbum ilustrado de Roald Dahl, No crezcas nunca, vino a cambiarlo todo. Curiosamente, se publicó 30 años después de la muerte del autor, pero comparte toda su filosofía basada en sus libros que escribió, como Matilda, El Gran Gigante Bonachón, Agu Trot, Charlie y la fábrica de chocolate y más.

Y si en algo era experto Roald Dahl, era en recordar el poder del corazón de los niños. Por eso te traigo cinco lecciones de este libro maravilloso.

No crezcas nunca Roald Dahl

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No crezcas nunca Roald Dahl

«Pero, ¿por qué los adultos se vuelven tan locos cuando solo nos estamos divirtiendo un poco?»

Es increíble cómo a los adultos se nos crispan los nervios cuando los niños se comportan como niños, corriendo, gritando y haciendo travesuras. Por supuesto que a ninguno nos gusta que nos hagan averías ni que se metan con nuestras cosas, pero a veces son acciones que no lastiman a nadie, que tan solo estimulan su imaginación. En vez de volvernos locos o impacientes, podemos unirnos a ellos, ¿o acaso ya olvidamos lo divertido que era salirse de lo habitual y que un adulto entrara a nuestro mundo?


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No crezcas nunca Roald Dahl

«Puede que por cada año que hace, [los adultos] sean noventa veces menos audaces. Hasta pasarse la vida haciendo cosas muy aburridas. Y se olvidan de parar y reconocer lo emocionante que la vida puede ser. Es simple y totalmente trágico ver cómo malgastan los momentos mágicos. Hasta que se mueren. Se acabó».

La peor creencia que podemos tener como adultos es que hay que ser serios, aburridos y regirnos a lo que la sociedad considera como maduro. He conocido personas que afirman que ver caricaturas de su infancia o películas animadas es ridículo, incluso si les dan felicidad. O creen impropio dedicarle tiempo a jugar, cuando eso es lo que nos devuelve el gozo, nos relaja, inspira e incentiva nuestra creatividad (tan necesaria para los aspectos serios). ¿En qué momento le pusimos la etiqueta de ‘ridícula’ e ‘improductiva’ a la diversión?


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‎«Mira a las personas más listas, científicos, famosos artistas… Esos con ingenio, firmeza y valentía que pasaron cosas que nadie sabía. Ignorando las señales de “Prohibido el paso” y siguiendo el rumbo sin hacer caso».

Como adultos, necesitamos el valor para ver más allá de lo que nuestro pensamiento encajonado y realista nos hace ver. Si nos detenemos a apreciar el entorno, nos daremos cuenta de que todo lo que nos rodea, como la televisión, los teléfonos y los libros fueron fruto de la imaginación de alguien que decidió vencer el qué dirán, que creyó en lo imposible para crear nuevos artefactos, que se propuso a descubrir una nueva teoría que resultó de beneficio para la humanidad o que tan solo eligió cumplir su sueño. Seguramente los demás lo tacharon de inmaduro y ridículo, pero eso no les importó. ¿Y qué lograron? Cambiar la historia.


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No crezcas nunca Roald Dahl

«Intenta hacer cosas nuevas. Todo es loco la primera vez que se hace. Una cosa es clara: no será sencillo. A veces ser loco es atrevido. Puede que te caigas o que ya te hayas caído».

Aprendamos un nuevo idioma, entremos a ese curso de repostería, toquemos ese instrumento que siempre quisimos y que por circunstancias de la vida no pudimos intentar en la infancia. Quizá al principio nos sintamos demasiado mayores para satisfacer esos deseos, pero nunca es tarde para alcanzar nuevas metas. Probablemente cueste, pero es peor quedarse con las ganas.

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No crezcas nunca Roald Dahl

«Mira el mundo con ojos brillantes, nota dónde está la magia abundante, cuestiónalo todo siempre bastante. ¡Rompe los moldes! ¡Sé extravagante!»


Debería ser prohibido que perdamos la habilidad de fascinarnos. Cada pequeño detalle de nuestro día es una maravilla que no hay que dar por hecho, como el poder despertar, disfrutar de un perrito caliente en la esquina, ver el cielo, escuchar la risa de un niño... Las maravillas están por todas partes, aunque para distinguirlas se necesitan ojos brillantes. ¡USÉMOSLOS!

Así que recuerda que podemos ser adultos responsables pero con corazón de niño, personas capaces de suplir un hogar y mantenerlo feliz con sus actitudes.

Alimentemos a nuestro yo de ocho o cuatro años tantas veces como podamos; no tengamos miedo de hacerlo, porque es lo que nos mantiene felices en medio de este mundo tan caótico. Es por eso que te recomiendo que... ¡No crezcas nunca!

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